LA ARQUITECTURA DE FREDY MAMANI SILVESTRE



Al borde del altiplano, a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar dominando la hoyada de La Paz y resguardada por la presencia poderosa del Huayna Potosí y del lllimani, El Alto es hoy la segunda ciudad del país, dada su población y desarro­llo económico.
El Alto hoy funciona como puerto seco, con enormes intercambios comerciales, miles de talleres, algunas grandes industrias; la ciudad se alimenta también de nuevos capitales de la minería cooperativa y del intenso comercio con los países asiáticos. Gracias a una insólita estabilidad económica y la presencia de un presidente aymara, El Alto hoy se ha transformado: ya no es solamente la ciudad-dormito­rio de antaño. De hecho, vive un auge económico, en ella reside un asombroso porcentaje de población joven y es la cuna de una clase emergente, económica y culturalmente, la llamada "nueva burguesía aymara".



FREDDY MAMANI SILVESTRE

De origen rural, Freddy Mamani fue a la escuela en su propia comu­nidad de Catavi, provincia Aroma, departamento de La Paz y poste­riormente en Caracollo, departamento de Oruro. Siendo aún niño, co­noció diferentes obras en construcción acompañando a su papá que era maestro albañil. Después de hacer et servicio militar trabajó como contratista, el oficio más alto en este ramo; al mismo tiempo, estudió en la Facultad Tecnológica de Construcciones Civiles en la Universi­dad Mayor de San Andrés (1986), y posteriormente cursó la carrera de Ingeniería Civil en la UBI, universidad privada de El Alto. Continuó trabajando de contratista por varios años, hasta que decidió dar un paso mucho más importante para salir adelante en la vida: promover un estilo arquitectónico que pudiera dar una identidad a su ciudad, tan largamente menospreciada en el imaginario colectivo del país.
Sobre su trabajo, Freddy Mamani afirma: "mi arquitectura busca dar­le identidad a mi ciudad recuperando elementos de nuestra cultura originaria", pensamiento que se confirma en algunas características de su obra.

Las fachadas de los edificios de Freddy Mamani sorprenden por las formas atrevidas y los colores estridentes sobrepuestos a los grandes ventanales. La estilización de elementos figurativos al cual Freddy Mamani se inspira es una tradición de las culturas pre-hispánicas de la región andina presente en los tejidos, cerámicas, piezas de oro y arquitectura - para crear nuevas figuras se utiliza la repe­tición, la yuxtaposición diagonal de los planos en relación a ejes, el uso de la duplicidad, la reversibilidad y la negativa, entre otros. 


Así encontramos motivos a zigzag o cortes oblicuos además de un vo­cabulario formal libremente inspirado en el arte tiwanacota, como la cruz andina y el círculo que son componentes recurrentes utilizados tanto en la forma de las ventanas como en la decoración de paredes, puertas y pisos.


Además de los elementos formales, lo que impresiona son los colores utilizados. Es conocida la costumbre andina de utilizar colores vivos en tejidos para contrabalancear los tonos monocromáticos del pasaje altiplánico; además, los tejidos son parte de la identidad de cada pueblo, y dentro de pueblos la capacidad de tejer y hacer lindas combinaciones confería estatus a la pareja o a la familia que los producía.


La relevancia de los colores y de la decoración se ha mantenido en el contexto urbano. Esto se puede ver en la rica gama cromática y variedad de motivos que lucen las telas de las polleras que se visten en la ciudad. Obviamente, los colores de los tejidos tradicionales eran teñidos con substancias naturales mientras que hoy son hechas de tintes artificiales y producidas en países asiáticos con materiales sintéticos y baratos.

Comentario:
Algunas personas lo calificaran de innovador mientras que otras lo describirán como edificaciones de mal gusto, independientemente de los calificativos, su estilo está dejando huella.
Es una arquitectura espontánea, desde mi punto de vista, es una nueva tendencia con identidad, que cuenta con dos elementos esenciales, el primero que son las iconografías andinas (de la ciudad pre-colombina) de Tiahuanaco y luego el color, inspirados en los aguayos, ponchos y polleras. 
Estos dos elementos fusionados representan a Bolivia porque muestra sus raíces, los colores intensos de su cultura y rescata su identidad.




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